El mundo
periodístico anda convulsionado por la renuncia del Santo Padre, cabeza
principal de la Iglesia Católica, su objetivo es averiguar el motivo de esta
histórica renuncia, pero siempre adornando el suceso como si de una película de
intriga se tratase.
Creo que el
mundo tiene una idea equivocada de quien es el Papa; el Papa es un ser humano
como cualquier otro; un ser humano con sus limitaciones. Cuando hablo de limitaciones no solo me
refiero a las físicas propias de su avanzada edad, sino a esos oros
pensamientos que a veces nos hacen reflexionar y tomar decisiones que nadie
espera.
Yo no quiero
pensar en ningún motivo para su renuncia, ni voy a rebuscar entre el morbo que
una conspiración puede darle al asunto, ni entre paños oscuros que se puedan
ocultar en los pasillos del Vaticano, ni en ningún otro motivo que no sea el
cansancio del cargo y de la losa que supone ser “Dios en la Tierra”, o
simplemente el retiro para disfrutar de los últimos años de su vida.
Todo ser humano
es libre o debiera serlo y el hombre que
es designado Papa también tiene derecho a su libertad y si para ello tiene que dejar
un cargo que le pesa o le disgusta, pues hace bien en irse.
Ahora, solo
espero que las profecías de Notra Damus no se cumplan y que el nuevo Papa no sea negro, no por ningún tipo de discriminación o
racismo, sino por preservar la
existencia del mundo.